El paseo desde Huesca hasta el santuario de Loreto (unos 4km) se inicia por el camino de grava que entierra vías de tren casi olvidadas
y transcurre suave entre matorrales, cardos abrasados y campos de trigo ya segados y recolectados.
Finales de julio,
el severo ángulo del sol no presenta ningún síntoma de piedad con nosotros.
Deleitados por la operística de los grillos y chicharras,
llegamos a un monumento casi enterrado en pedruscos.
Esa acción que inicialmente me parece una canallada, hoy se transforma en tradición ya que se dice que el peregrino que recoja una piedra al inicio del camino y la deposite allí, verá cumplida su plegaria.
El monolito cuenta también con una inscripción que indica que ese era el lugar donde Santa Paciencia esperaba a San Lorenzo y su hermano a su regreso del colegio.
Cuenta la leyenda que fue por éste enclave donde allá por el s. III nació Lorenzo, el santo que fue asado, en una parrilla.
– Guille, me das un trago de agua?
– claro!
y seguimos la senda hasta llegar a la ermita, antiguo resquicio anarquista durante la guerra civil.
Allí nos espera nuestra guía, Lila quien nos acompaña un poco más hasta la alberca de Loreto.
En verano, pocas aves podemos divisar pero nos sorprende alguna garza, algún porrón, y huellas de cigüeña pasajera, y algún cadáver de cangrejo rojo americano, todo un invasor!
Nos acercamos al pequeño bosque del humedal y nuestra técnica ambiental nos instruye en reconocer: el chopo, el fresno, el sauce y el olmo.
Recojo muestras y fantaseo en crear mi propio herbario.
Es casi medio día y a la parrilla nos esta friendo el Sr. Lorenzo
así que concluimos la visita y ya volveremos cuando llegue mejor el fresco.